miércoles, 14 de noviembre de 2012

Fiascos del banquillo (I): Villas-Boas, el pupilo aventajado

André Villas-Boas es un tipo precoz en el mundo del banquillo, sumamente precoz. Tanto que con 16 años, la edad en la que un jugador de fútbol se encuentra en el primero de los tres años de juvenil, él ya no practicaba el deporte rey. Y además fue cuando se permitió el lujo de dar un consejo a nada menos que Sir Bobby Robson. Corría el año 93, y el mítico preparador inglés dirigía al Porto FC y vivía por entonces en el mismo bloque de apartamentos que Villas-Boas, que, con los estudios sin terminar, se le acercó para decirle cómo debía aprovechar al delantero Domingos Paciencia. Robson quedó sorprendido, tanto que ofreció al chico un puesto de ayudante en prácticas en el Porto. A los 21, el joven André, ya con mucho fútbol visto, fue designado seleccionador del combinado de Islas Vírgenes, un puro trámite para muchos, pero no hay que olvidar que estaba en la edad en la que muchos futbolistas empezaban por entonces sus carreras como jugadores. Sin embargo, aquel despierto chico no pasó desapercibido a un personaje clave: José Mourinho. El técnico de Setúbal llegó al Porto, tras haber aprendido del mismo Robson en el Fútbol Club Barcelona, e inmediatamente formaron un dúo de características muy similares (Mourinho tampoco fue un gran jugador, se destaca por su meticulosidad y aprendieron desde los puestos de asistentes de entrenador).

Villas Boas y José Mourinho, en su etapa conjunta en el Chelsea FC

Durante 5 años, en el club portugués y en el Chelsea, fue el ojo de halcón de 'the special one', analizando con precisión a los rivales y sus futbolistas, pero lo más importante: aprendiendo, hasta que en 2008 y siendo ya el segundo de 'Mou', quiso dar el salto a entrenar en solitario, apoyado con creces por su mentor.

En 2009 fue una controvertida apuesta: el Académica de Coimbra, colista en liga, le firmó como técnico para intentar la salvación, y Villas-Boas respondió al reto, dejando al club en la máxima categoría. Nuevamente su frescura llamó la atención, esta vez al presidente del Porto, que le contrató. Inició entonces su época dorada, en la que asombró a todo el mundo del fútbol, dándose a conocer de la mejor manera: en su debut arrebató la Supercopa portuguesa al eterno rival, el Benfica, y a partir de ello, conquistó tres títulos más para los 'dragones': liga, copa y Europa League, donde, por cierto, se salió Falcao de su mano. Tanto éxito subió su cláusula como la espuma, pero apareció en escena el Chelsea de Abramovich, y desembolsó los 15 millones para hacerse con el técnico más joven con diferencia en conquistar semejante palmarés. Qué pocos se imaginaban que en Londres se despeñaría el prodigio de Oporto, a sus 34 primaveras. Pese a sus intentos de hacer jugar a los 'blues' un fútbol mas asociativo, con más toque, y sus esfuerzos por lavarle la cara a un conjunto envejecido, André se estrelló de todas todas.

El técnico portugués, en su infructuosa etapa al frente del Chelsea

Irregular en Champions, consiguió pasar de ronda, pero en marzo se encontraba a 20 puntos del líder de la Premier. Sin duda, entre las causas de su batacazo se encuentra la 'teoría de la cama': el portugués procuró dar oportunidad a los jóvenes, confió en Torres y en Cahill y quitó peso a los Drogba, Lampard, Essien y demás. Y como se suele decir, las 'vacas sagradas' pesan mucho en un vestuario. Tras el fiasco y la brusca interrupción en su meteórica carrera, el Tottenham Hotspur, venido a menos tras unos cuantos buenos años, ha confiado en él para hacer un buen papel en la Premier. De momento, los 'spurs' se muestran irregulares, y ocupan la séptima posición del campeonato. El bueno de André tiene otra oportunidad para demostrar su valía. Como se suele decir, a ver qué pasa...

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